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El pueblo venezolano se mantiene con la Revolución Bolivariana

Alrededor de la mitad de la población votante de Venezuela está convencidamente casada con el proyecto Bolivariano. No hay ningún otro proyecto político en Venezuela que tenga el tipo de maquinaria electoral como el que ha sido construido por las fuerzas de la revolución Bolivariana.

30 de julio de 2024

Vijay Prashad

El 28 de julio, día del 70 aniversario de Hugo Chávez (1954-2013), Nicolás Maduro Moros ganó las elecciones presidenciales venezolanas, las quintas desde la ratificación de la Constitución Bolivariana en 1999. En enero de 2025, Maduro iniciará su tercer mandato de seis años como presidente. Tomó las riendas de la Revolución Bolivariana tras la muerte de Chávez a causa de un cáncer pélvico en 2013. Desde la muerte de Chávez, Maduro se ha enfrentado a varios retos: construir su propia legitimidad como presidente en el lugar de un hombre carismático que llegó a definir la Revolución Bolivariana; hacer frente al desplome de los precios del petróleo a mediados de 2014, que afectó negativamente a los ingresos estatales de Venezuela (más del 90% de los cuales procedían de las exportaciones petroleras); y gestionar una respuesta a las sanciones unilaterales e ilegales profundizadas sobre Venezuela por los Estados Unidos a medida que bajaban los precios del petróleo. Estos factores negativos pesaron mucho sobre el Gobierno de Maduro, que lleva ya una década en el poder tras ser reelegido en las urnas en 2018 y ahora en 2024.

Desde la primera victoria electoral de Maduro en 2013, la oposición, cada vez más ultraderechista, comenzó a rechazar el proceso electoral y a quejarse de las irregularidades del sistema electoral. Las entrevistas que he mantenido durante la última década con políticos conservadores han dejado claro que reconocen tanto el control ideológico del chavismo sobre la clase trabajadora de Venezuela como el poder organizativo no sólo del Partido Socialista Unido de Venezuela de Maduro, sino de las redes del chavismo que van desde las comunas (1,4 millones) hasta las organizaciones juveniles. Aproximadamente la mitad de la población votante de Venezuela está fielmente unida al proyecto bolivariano, y ningún otro proyecto político en Venezuela tiene el tipo de maquinaria electoral construida por las fuerzas de la Revolución Bolivariana. Eso hace que ganar unas elecciones sea imposible para las fuerzas antichavistas. Para ello, su único camino es difamar al Gobierno de Maduro como corrupto y quejarse de que las elecciones no son justas. Tras la victoria de Maduro – por un margen del 51,2% frente al 44,2% – esto es precisamente lo que la oposición de extrema derecha ha estado intentando hacer, azuzada por los Estados Unidos y una red de gobiernos de extrema derecha y proestadounidenses en Sudamérica.

Europa necesita el petróleo venezolano

Los Estados Unidos ha estado intentando encontrar una solución a un problema de su propia cosecha. Tras haber impuesto severas sanciones tanto a Irán como a Rusia, no encuentra ahora una fuente de energía accesible para sus socios europeos. El gas natural licuado procedente de los Estados Unidos es caro e insuficiente. Lo que los Estados Unidos desearía es disponer de una fuente fiable de petróleo fácil de procesar y en cantidades suficientes. El petróleo venezolano cumple los requisitos, pero dadas las sanciones de los Estados Unidos a Venezuela, este petróleo no puede encontrarse en el mercado europeo, lo que implica que ellos mismos han creado una trampa para la que encuentran pocas soluciones.

En junio de 2022, el Gobierno estadounidense permitió a Eni SpA (Italia) y Repsol SA (España) transportar petróleo venezolano al mercado europeo para compensar la pérdida de entregas de petróleo ruso. Esta autorización reveló el cambio de estrategia de Washington con respecto a Venezuela. Ya no iba a ser posible asfixiar a Venezuela impidiendo las exportaciones petroleras, puesto que este petróleo era necesario como consecuencia de las sanciones estadounidenses a Rusia. Desde junio de 2022, los Estados Unidos intenta calibrar su necesidad de este petróleo, su antipatía hacia la Revolución Bolivariana y sus relaciones con la oposición de extrema derecha en Venezuela.

​​Estados Unidos y la extrema derecha venezolana

El surgimiento del chavismo – la política de acción de masas para construir el socialismo en Venezuela – transformó el escenario político del país. Los viejos partidos de la derecha (Acción Democrática y COPEI) se derrumbaron tras 40 años de alternancia en el poder. En las elecciones de 2000 y 2006, la oposición a Chávez no corrió a cargo de la derecha, sino de fuerzas disidentes de centro-izquierda (La Causa R y Un Nuevo Tiempo). La vieja derecha se enfrentó al desafío de la nueva derecha, decididamente procapitalista, antichavista y proestadounidense; este grupo formó una plataforma política llamada La Salida, que hacía referencia a su deseada salida de la Revolución Bolivariana. Las figuras clave fueron Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado, que lideraron violentas protestas contra el Gobierno en 2014 (López fue detenido por incitación a la violencia y ahora vive en España; un funcionario del gobierno estadounidense dijo en 2009 que “a menudo se le describe como arrogante, vengativo y sediento de poder”). Ledezma se trasladó a España en 2017 y fue – junto con Corina Machado – firmante de la ultraderechista Carta de Madrid, un manifiesto anticomunista organizado por el partido español de extrema derecha Vox. El proyecto político de Corina Machado se sustenta en la propuesta de privatizar la compañía petrolera de Venezuela.

Desde la muerte de Chávez, la derecha venezolana ha luchado con la ausencia de un programa unificado y con un lío de líderes egoístas. Correspondió a los Estados Unidos intentar dar forma a la oposición en un proyecto político. El intento más cómico fue la elevación a la presidencia, en enero de 2019, de un oscuro político llamado Juan Guaidó. Esa maniobra fracasó y, en diciembre de 2022, la oposición de extrema derecha destituyó a Guaidó como su líder. La destitución de Guaidó permitió negociaciones directas entre el Gobierno venezolano y la oposición de extrema derecha, que desde 2019 esperaba una intervención militar estadounidense para afianzarse en el poder en Caracas.

Los Estados Unidos presionó a la ultraderecha, cada vez más intransigente, para que mantuviera conversaciones con el Gobierno venezolano con el fin de permitir que los Estados Unidos redujera las sanciones y dejara que el petróleo venezolano entrara en los mercados europeos. Esta presión dio lugar al Acuerdo de Barbados de octubre de 2023, en el que ambas partes acordaron unas elecciones justas en 2024 como base para la lenta retirada de las sanciones. Las elecciones del 28 de julio son el resultado del proceso de Barbados. A pesar de que María Corina Machado tenía prohibido presentarse, se presentó efectivamente contra Maduro a través de su candidato apoderado Edmundo González y perdió en unas reñidas elecciones.

Veintitrés minutos después del cierre de las urnas, la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris – y ahora candidata presidencial en las elecciones de noviembre en los Estados Unidos – publicó un tuit en el que reconocía que la ultraderecha había perdido. Fue una señal temprana de que los Estados Unidos – a pesar de hacer ruido sobre el fraude electoral – quería pasar por encima de sus aliados de la extrema derecha, encontrar una forma de normalizar las relaciones con el Gobierno venezolano y permitir que el petróleo fluyera hacia Europa. Esta tendencia del Gobierno estadounidense ha frustrado a la extrema derecha, que recurrió a otras fuerzas de extrema derecha de toda América Latina en busca de apoyo, y que sabe que el argumento político que le queda es el fraude electoral. Si el Gobierno estadounidense quiere que el petróleo venezolano llegue a Europa, tendrá que abandonar a la ultraderecha y acomodarse al Gobierno de Maduro. Mientras tanto, la ultraderecha ha tomado las calles a través de bandas armadas que quieren repetir los disturbios con guarimbas (barricadas) de 2017.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos Las Naciones Oscuras y Las Naciones Pobres. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y La retirada: Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder estadounidense (con Noam Chomsky).

Este artículo fue producido para Globetrotter.