Tres lecciones que aprendí en mi visita a Cuba
La revolución cubana ofrece lecciones clave sobre cómo organizar la sociedad de forma que favorezca a la mayoría y no a una élite reducida.
25 de junio de 2024
Amanda Yee
El mes pasado fui a Cuba como parte de una delegación de 20 personas para entregar 60.000 dólares en medicamentos contra el cáncer y suministros médicos vitales a dos hospitales pediátricos de allí. Esta delegación fue organizada por el Proyecto Hatuey, una organización dirigida por voluntarios que lleva regularmente ayuda médica y humanitaria a Cuba. Como parte del viaje de 10 días, nos reunimos con representantes de diferentes organizaciones e instituciones cubanas, e incluso con miembros del Parlamento. A través de estos intercambios, aprendimos sobre el compromiso del pueblo cubano con el proceso revolucionario en curso, su proyecto de construcción del socialismo y los impactos de la política estadounidense en la vida cotidiana.
He aquí tres lecciones clave que extraje de nuestra delegación.
1. Toda la sociedad cubana se ha visto afectada por el bloqueo estadounidense
El bloqueo estadounidense a Cuba, en vigor desde la década de 1960, es un acto de guerra económica. Las motivaciones políticas que lo sustentan han estado claras desde el principio: hacer la vida tan miserable en la isla que el pueblo cubano dirija sus frustraciones contra el Partido Comunista y lo derroque, abriendo paso a los intereses comerciales estadounidenses para que vuelvan a afianzarse. Ésta ha sido la política estadounidense hacia Cuba durante más de 60 años.
Como subrayaron los representantes con los que hablamos, no hay sector de la sociedad al que el bloqueo no toque. Las condiciones son ahora peores que nunca: el bloqueo ha provocado una escasez extrema de alimentos, harina y combustible. Los apagones eléctricos son cada vez más frecuentes.
Mientras tanto, los agricultores no pueden cultivar alimentos a gran escala porque el bloqueo les niega los pesticidas, fertilizantes y equipos necesarios para hacerlo. Muchos han dependido de países como México que donan tractores, azadas y otros suministros agrícolas.
Al recibir nuestras donaciones médicas, un doctor de un hospital infantil de Santa Clara nos transmitió que la medicina es lo que más necesario y, sin embargo, lo más afectado por el bloqueo. El bloqueo no sólo impide que lleguen a la isla medicamentos cruciales, sino también las materias primas y la ciencia y tecnología necesarias para producirlos. Y como los tratamientos contra el cáncer más eficaces suelen ser de producción estadounidense y los médicos no tienen acceso a ellos, a menudo buscan tratamientos alternativos que no son tan eficaces. Esto tiene un impacto evidente en la tasa de supervivencia.
Los médicos también lamentaron que la escasez de combustible dificulta enormemente a las familias de los pacientes los desplazamientos de ida y vuelta de sus casas al hospital. Además, la escasez de alimentos crea aún más dificultades para estas familias. Como llegamos a comprender, el bloqueo no sólo afecta a cosas individuales de forma aislada, sino que crea crisis superpuestas con las que los cubanos de a pie deben lidiar.
Este es el cruel precio que el pueblo cubano sigue pagando por su proyecto socialista.
2. Cuba nos muestra que otro mundo es posible
Cuba es un ejemplo de que existe un futuro más allá del capitalismo, y merece la pena luchar por ese futuro.
El Gobierno de Cuba representa una democracia prácticamente desconocida para nosotros en los Estados Unidos. En nuestro último día, nos reunimos con varios miembros del Parlamento, o Asamblea Nacional del Poder Popular, el máximo órgano político del país. A diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos, estos representantes del Gobierno no reciben un salario ni representan a grupos con determinados intereses políticos. Tampoco tienen campañas electorales ni reciben financiación para las mismas.
Como nos dijo un miembro de la Asamblea: “La política no es un negocio. Es una responsabilidad del proyecto revolucionario que hemos construido”.
La consulta popular entre los funcionarios del Gobierno y los miembros de la comunidad es un importante principio democrático en Cuba. Cada nueva ley potencial se debate y perfecciona a través de este proceso, incluido el nuevo Código de Familia aprobado en 2022. El alto nivel de participación política del pueblo cubano puede atribuirse probablemente a su fe en este proceso consultivo democrático.
Y a pesar del bloqueo, Cuba moviliza los escasos recursos de que dispone al servicio de su pueblo, especialmente de los más vulnerables. No dejaba de asombrarnos lo mucho que hace Cuba con tan poco. En los hospitales que visitamos, nuestra delegación – acostumbrada a navegar por los bizantinos sistemas estadounidenses de asistencia sanitaria y seguros con ánimo de lucro – quedó inmensamente impresionada por la dedicación del personal a proporcionar una atención integral y de calidad a los pacientes a pesar de las extremas dificultades que conlleva el bloqueo.
También visitamos el Campamento Agrícola Quisicuaba en la provincia de Artemisa, un centro de vida asistida para personas sin hogar, así como para ancianos que necesitan apoyo en sus últimos años. Dado que el arrendamiento fue abolido en Cuba tras la Revolución, las condiciones que llevan a la indigencia son diferentes que en EE.UU. En Cuba, la situación de calle o la indigencia suele estar causado por problemas de salud mental, alcoholismo o pérdida del apoyo familiar, más que por el desahucio.
Quisicuaba proporciona a los residentes alojamiento, tratamiento clínico y psicológico, tres comidas al día, además de talleres y programación diaria. Hay una granja en el campamento donde, juntos, los residentes cultivan plátanos, batatas y mandioca, además de ganado. El campamento fomenta un ambiente comunitario entre los residentes, y su objetivo principal es la protección y la rehabilitación para que puedan reincorporarse a la sociedad. Los centros de vida asistida como Quisicuaba están subvencionados por sus gobiernos locales.
Mientras tanto, en EE.UU., más de medio millón de personas se encuentran sin hogar y sin ayuda del Gobierno, y ante las deficientes condiciones de la mayoría de los refugios para personas sin hogar, a menudo optan por permanecer en la calle en lugar de buscar refugio. Esta es una realidad inconcebible de la vida en EE.UU.: nuestro Gobierno gasta miles de millones de dólares en guerras y en financiar el genocidio de Israel en Gaza mientras se dispara el número de personas sin hogar, la gente no puede permitirse cubrir sus necesidades básicas y las infraestructuras se desmoronan.
Pero no tiene por qué ser así. Cuba nos muestra que otro mundo es posible, uno que centre la humanidad y la dignidad de la vida por encima del beneficio.
3. Debemos rechazar firmemente la desesperación en la lucha por este nuevo mundo
Sin embargo, a pesar de las dificultades creadas por el bloqueo, nos impresionó lo cálido que fue el pueblo cubano con nosotros, el orgullo que destilaban al hablar de su Revolución y su firme compromiso de no arrodillarse ante la política estadounidense. Una de mis partes favoritas de la estadía fue un viaje al Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, un instituto de investigación de La Habana.
El científico con el que hablamos allí recordó que uno de los momentos de mayor orgullo de su vida fue contribuir a la vacuna COVID-19 de Cuba. Llamaron a esa vacuna “Abdala”, por un poema escrito por el héroe nacional cubano José Martí en el que el personaje titular defiende su patria de Nubia contra los ocupantes españoles. Martí escribió ese poema durante la Guerra de los Diez Años de Cuba contra España. En el primer plano de la mente de la gente está su lucha por la soberanía y la liberación nacional, siempre.
El científico nos dijo: “Cuando tu idea es correcta, debes luchar hasta el final”. Esta fue una lección clave para mí como alguien que vive en EE.UU., especialmente dado el nivel de cinismo y pesimismo entre algunos sectores de la izquierda aquí. El bloqueo estadounidense dura ya más de 60 años. La mayoría de los cubanos vivos ahora han vivido toda su vida bajo el bloqueo. Si el pueblo cubano sigue tan decidido a defender las conquistas de su Revolución, si mantiene su sentido de optimismo revolucionario incluso en las condiciones más severas, ¿qué excusa tenemos para sentir desesperación sobre a lo que nos enfrentamos? ¿Sobre la lucha contra el imperialismo estadounidense?
Creo que ese tipo de pesimismo es un lujo que nos permitimos, pero debemos rechazarlo. La desesperación es una evasión de nuestra responsabilidad colectiva como quienes viven en el corazón del imperio. Nuestro propio Gobierno ha robado tanto al pueblo cubano a lo largo de los siglos, desde la ocupación hasta el bloqueo actual. Es nuestra responsabilidad combatir las despiadadas políticas de EE.UU. Sólo cuando el imperialismo estadounidense sea derrocado se permitirá a países como Cuba respirar y desarrollarse en todo su potencial. Esto lo conseguimos ante todo organizándonos, de modo que podamos crear capacidad para debilitar al imperialismo desde dentro. Esa es una responsabilidad que compartimos quienes vivimos en el vientre de la bestia. Se lo debemos a la gente de lugares como Cuba.
Amanda Yee es periodista y activista residente en Brooklyn. Es redactora jefe de Liberation News y ha publicado artículos en Monthly Review Online, The Real News Network, CounterPunch y Peoples Dispatch. Pueden seguirla en X @catcontentonly.
Este artículo fue producido para Globetrotter.